lunes, 26 de septiembre de 2011

padres de la iglesia occidental

3. Padres Occidentales
3.1. San Ambrosio 
El primero de los grandes Padres occidentales fue, por encima de cualquier otra consideración, un personaje histórico de gran relieve: San Ambrosio(333-397), que desarrolló una notable actividad literaria de exégesis bíblica y predicación, pero estuvo, además, en el centro de la actualidad, en una apoca singularmente conflictiva y difícil. Ambrosiofue un genuino romano, y esa cualidad se deja sentir tanto en su brillante carrera civil como en su gobierno pastoral de obispo de Milán, a cuya sede fue elevado por aclamación popular, siendo todavía simple catecúmeno.
Correspondió a San Ambrosio el honor de administrar el bautismo a quien habría de ser el mayor de los Padres occidentales, San Agustín. Le tocó en suerte también ser amigo y consejero de tres emperadores y excomulgar a uno de ellos —Teodosio el Grande— por la matanza de Tesalónica; pero a su muerte hizo de él un impresionante elogio fúnebre, tan sentido como la oración que pronunciara años antes en memoria de su antecesor Valentiniano II. La fama de Ambrosio trascendió a su sede episcopal —Milán—, cuyo prestigio se acrecentó considerablemente, no sólo en Italia del Norte, sino también en otras regiones del Occidente latino.
3.2. San Jerónimo (342-420)
El Occidente romano dio también a la historia cristiana su más insigne cultivador de la Sagrada Escritura: el dálmata Eusebio Jerónimo (342-420). Merece la pena destacar que Jerónimo, como la mayoría de los Padres de la Iglesia, no vivió una existencia recoleta, consagrada a los estudios y de espaldas a las realidades de su tiempo. Antioquía y Constantinopla, Tréveris y Roma fueron sucesivas residencias de San Jerónimo, que terminó por establecerse en Belén, la ciudad natal de Jesús.
Jerónimo fue también algo muy distinto a un erudito intelectual o un puro hombre de estudio. Polemista apasionado, promovió con entusiasmo el ascetismo en su labor de dirección espiritual de nobles damas de la aristocracia romana. Su obra como historiador y exegeta es muy notable; massu gran legado ha sido la traducción de numerosos libros de la Biblia, directamente del hebreo o arameo al latín. Esta versión es la célebre Vulgata, cuya «autenticidad», declarada por el Concilio de Trento, significa que en materia de fe y costumbres está exenta de error. A Jerónimo se debe también la primera historia de la literatura cristiana: los «Varones ilustres», que fue continuada por Genadio de Marsella.
3.3. San Agustín (354-430)
El principal Padre de la Iglesia y una de las figuras cumbres de la historia cristiana, y aun de toda la humanidad, fue el africano Aurelio Agustín (354-430). Sus «Confesiones» —autobiografía espiritual desde la infancia hasta su conversión— es una obra maestra de la literatura universal, que conserva intacta su modernidad a través de los siglos e interesa al lector de todos los tiempos.
San Agustín comentó el Antiguo y el Nuevo Testamento y trató los grandes temas de la Teología, que gracias a su aportación experimentó decisivos avances. Hombre de su época, Agustín se interroga acerca de los acontecimientos históricos que se sucedían ante sus ojos, y en especial la ruina del Imperio romano de Occidente, abatido por las invasiones bárbaras, justamente cuando había llegado a ser un Imperio cristiano. Los paganos interpretaban estas desgracias de Roma como un castigo de los dioses, por haber abandonado la vieja religión.Agustín escribió en respuesta «La Ciudad de Dios», ensayo de Teología de la Historia y tratado de Apologética, en el cual se pregunta por el sentido de los tiempos y el plan de la Providencia divina.
En su ancianidad, experimentó de cerca la inclemencia del tiempo que le tocó conocer y murió en su ciudad episcopal de Hipona, cercada por los vándalos. El título de Doctor gratiaecon el que es conocido en la historia de la Teología recuerda especialmente el largo esfuerzo desplegado por él para combatir la doctrina racionalista de Pelagio sobre la gracia. La Iglesia de Occidente cuenta también entre sus Padres a dos papas a los cuales la historia les atribuye el apelativo de «Magno»: León y Gregorio.
3.4. San León Magno y San Gregorio Magno
León I —tal como se ha visto— contribuyó de modo sustancial a la formulación del dogma cristológico. La teología del Primado romano y su fundamentación escriturística en el Primado conferido por Cristo a Pedro se debe igualmente en buena parte a San León.
El otro papa «grande», Gregorio (540-604), es ya un romano proyectado hacia el Medievo. Mucho había cambiado el mundo en pocos siglos: si el contexto histórico del primer gran Padre de la Iglesia, Atanasio, fue el Imperio constantiniano, el horizonte vital de Gregorio Magno —tanto o más que la lejana Constantinopla— era la Italia longobarda, la España visigoda y la Francia merovingia. Las obras de Gregorio —los «Morales» o los «Diálogos»— las leerán con avidez los hombres de la Edad Media; y el canto «gregoriano» se conservó vivo en la Iglesia hasta nuestros días.
3.5 San Isidoro de Sevilla
Un español —San Isidoro de Sevilla (636)— puede considerarse en rigor como el último Padre occidental. Sus «Etimologías» fueron la primera enciclopedia cristiana, y su misión, la de ser el maestro del Occidente medieval, al que hizo llegar las riquezas de la sabiduría de la Antigüedad.

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